Juan David tiene 16 años y a su corta edad sorprenden el lenguaje y la profundidad de los trabajos que les entrega a sus profesores de décimo grado. En ellos ya ha medido la distancia entre las estrellas a partir de cálculos trigonométricos, diserta sobre lo apolíneo y lo dionisíaco en Nietzsche y explica la materia oscura y su relación con el origen del universo. No es que Juan sea un genio. De hecho, en los exámenes le va bastante mal y sus compañeros lo tienen como uno de los vagos del curso. Su único mérito académico es que sabe buscar en Internet y copia la información. Y aunque lo suyo no es más que un plagio en línea, por increíble que parezca, sus profesores generalmente lo recompensan con buenas calificaciones.
La cultura de copiar y pegar o del copy paste, como se le dice en inglés, es la nueva versión del plagio en la era digital. Se está volviendo tan arraigada, que el barbarismo 'copypastear' (copipeistear, para algunos) ya se acuñó y es cada vez se utiliza más. Lo preocupante es que no sólo se trata de simples deslices colegiales: políticos, estudiantes de maestría y profesionales de todas las áreas han sido atrapados cuando pretendían pasar las ideas de otros como propias. El fenómeno no es nuevo, pero sin duda es cada vez mayor gracias a las facilidades tecnológicas.
Mientras en el pasado alguien que quisiera hacer plagio tenía por lo menos que consultar varios libros para saber qué parte quería sacar y tomarse la molestia de reescribir los textos o pagar para que otro lo hiciera, hoy mucha información, sobre cualquier tema, está a menos de cuatro clics de distancia en Google. Y ni siquiera hay que pasarlo, pues sólo es cuestión de seleccionar el fragmento deseado, copiar y pegar en una página nueva. En menos de una hora un estudiante vago puede tener un trabajo final sin haber gastado una neurona.Esta práctica está tan extendida, que hay sitios web especializados en todos los idiomas en donde aparecen miles de trabajos, ensayos, tesis, monografías y proyectos catalogados por área, tema o palabras clave.
Entre los más conocidos en español están 'monografías.com' y 'El rincón del vago', que ofrecen material gratuito. Este último es tan popular, que recibe la nada despreciable cifra de 21 millones de visitas mensuales. Y no sólo los usan estudiantes perezosos. En 2006, por ejemplo, la prensa reveló que un concejal de Bogotá presentó un proyecto que había sido sacado, en gran parte, de esta página española . En las instituciones de enseñanza los casos de plagio ocurren todo el tiempo. Los profesores hablan de varios motivos. El primero y más obvio es la pereza. La gente prefiere el camino fácil, a pesar de que sabe que está haciendo las cosas mal. Pero el problema es aún más complicado.
Para Marina Camargo, profesora de maestría y especialista en educación, se trata de un problema estructural. Todo empieza en el colegio, en donde para los niños investigar es sinónimo de buscar en Internet y copiar. Además "en muchas instituciones la finalidad de los estudiantes es sólo pasar. No les gustan las materias, ni el profesor, ni las tareas, sólo buscan aprobar de cualquier forma", dice Camargo. En el caso de Juan David, el joven dice que sólo hace lo que los profesores le piden. "Yo sé cómo quieren ellos que sean los trabajos", dice. Por eso los maestros son en gran parte responsables de reproducir el sistema fallido en el que ellos mismos fueron educados. Pero también se puede tratar de un problema inherente a la cultura de la Internet.
Para Andrés Mejía, profesor y experto en educación, las personas de la era digital piensan en la información como algo que simplemente está ahí para ser usado y no como algo formulado por otros seres humanos con ideologías, contextos y fines particulares. "Hoy se está entendiendo como algo que no debe ser analizado ni criticado. Simplemente está ahí y es para todos. Entonces, si copian lo que está en Internet, piensan que no hay nada malo en ello".La consecuencia más obvia del copy paste es la paradoja de que aunque hoy hay más facilidades para que las personas investiguen y creen obras novedosas, cada vez se produce conocimiento de menor calidad. "La gente no se preocupa por producir porque simplemente se contenta con reproducir", dice Mejía. Pero, mientras las técnicas de plagio se han refinado, descubrirlo también se ha vuelto más fácil. Marina Camargo cuenta cómo los profesores, incluso los que dictan cursos de posgrado, ahora tienen que cotejar los trabajos sospechosos.
Todos los días hay alumnos que presentan trabajos plagiados a los que se limitan a cambiarles algunas palabras, hacerles una introducción o algunos comentarios. "Uno aprende a conocer a los estudiantes y a saber cómo escriben. Es muy fácil reconocer palabras y discursos que ellos no escribirían. Muchas veces uno saca un pedazo del texto del estudiante, lo mete en el buscador de Google y ahí aparece el trabajo original".
Además de estas técnicas que han tenido que adoptar los educadores, también existen programas especializados que utilizan empresas, universidades y colegios de todo el mundo. Programas como Turnitin o SafeAssing, en los cuales se rastrean patrones verbales y se comparan con varias bases de datos. Luego generan un reporte que muestra las coincidencias con otros textos. Cuando un plagio se descubre, la mayoría de empresas y universidades expulsan a los involucrados, que por lo general se excusan diciendo que estaban muy presionados. Para Camargo, descubrir un plagiario es todo un dilema, ya que detrás de ese acto puede haber cualquier clase de problema. Por eso, por lo menos en lo que se refiere a los estudiantes, cree que "hay que preguntarse cómo revertir eso, sabiendo que uno está en un proceso de formación".Sin embargo, en muchos países hasta el más simple de los copy paste se puede convertir en un lío legal con implicaciones penales. David Felipe Álvarez, abogado consultor en casos de este tipo, dice que en Colombia "no hay un castigo penal en relación con el plagio como tal". Pero explica que un plagiador podría enfrentarse a ser acusado por violar el derecho de reproducción de un texto o por fraude, lo cual tiene una sanción económica y hasta cárcel. Lo cierto es que ni acá ni en los países en donde hay castigos más severos se ha logrado detener este fenómeno que cada vez es más generalizado y que demuestra que la era de la democratización de la información también tiene su lado oscuro.
Noviembre 1 de 2008 - Revista Semana.